Cada día me hago más escéptico de este ecologismo que parece tiene el dogma de fé y la sabiduría de la creación, eso que fui de los que ayudó a salvar la capa de ozono dejando de usar una temporada los sprays y pasándome a la mierda del los roll-on.
Nos estamos sobrestimando con las capacidades de moldear el clima, la temperatura o el giro de la tierra, y más si creemos que lo vamos a conseguir solos, los luciérnagas de Europa lo ha entendido todo al revés. Convencidos de ser los salvadores del planeta, se han puesto la camiseta verde, y nos han subido al Tesla de usar energías limpias y caras, que ha limitado la industria, han encarecido el transporte, asumiendo que los sacrificios son inevitables, pero aquellos que vaticinaban el fin del petróleo, que un tercero en Valencia iba ser primera línea de playa y que los polos pasaban a ser historia siguen con sus cátedras de CCC pontificando nuevas fechas del fin del mundo.
Resultado, pagamos más por todo, los agricultores protestan, las fábricas se deslocalizan y, mientras tanto, el clima nos castiga con sequías, incendios, inundaciones y olas de calor nunca vistas, a pesar de los sacrificios.
Como ejemplo que conocemos bien, el humo de los fueles pesados, rico en partículas de azufre, favorecía la formación de nubes más brillantes que reflejan parte de la radiación solar, ayudando a enfriar la atmósfera, en los últimos años, la OMI ha reducido el azufre permitido en los combustibles con los consiguientes problemas para los del gremio de la grasa, rara es la semana que alguno no se queda colgado al cambiar de fuel, pero esto ha tenido un “efecto secundario” menos aerosoles reflejando luz implica un aumento del calentamiento global. Es un ejemplo claro de cómo resolver un problema puede agravar otro si no se ve el sistema completo.
Luego este ultimo año, ha sido el de la DANA y los incendios, ríos y bosques sin limpiar, políticas ambientales que han limitado la intervención humana, bajo la idea de dejar que los ecosistemas sigan su curso “natural” o con una burrocracia eterna que hace imposible su gestión. Sin embargo, esa falta de gestión ha provocado acumulación de basura en ríos y exceso de combustible vegetal en bosques. Todo ello, unido a un sistema de emergencias de a-responsables, donde por azares del destino, a un pensionado guardián de la ortodoxia del partido, le toca ocupar la silla de mando, lo que da lugar a decisiones lentas y dogmáticas, todo ello para no mostrar debilidad y buscar el redito político. La gestión técnica queda entorpecida por el miedo a equivocarse, sin el conocimiento técnico, la gestión de una emergencia siempre será mal coordinada ya que dependerá de los subalternos, técnicos que tendrán poco respeto al mando, salvo el miedo o las ganas de ascender, total un cumulo de desconfianza y dudas.
Otro ejemplo, que los pescadores conocen de mano, el atún, en la década de 1990, la UE y organismos como ICCAT hicieron saltar las alarmas de su desaparición y como la burocracia va lenta, cuando llegaron las cuotas estaba al borde del colapso, pero eliminado el principal depredador, la población se ha recuperado, donde antes se tardaban meses en llegar al cupo ahora en menos de una semana se alcanza y sin tener que ir muy lejos, en contraste, la situación de sardina y anchoa es alarmante, sus capturas han descendido a niveles mínimos, con evidentes síntomas de colapso o cierre de pesquerías en algunos casos. Según los que toda la vida han vivido de la mar por exceso de atunes que se las comen, los ecologistas nada dicen al respecto.
Así, unos cargamos con la penitencia, mientras las grandes potencias manejan el juego a su favor. Los europrimos nos portamos bien y nos empobrecemos, los chinos, rusos y americanos se enriquecen. Unos estamos jodidos y, los otros nos están jodiendo.
La ironía es que, incluso si Europa lograra neutralizar todas sus emisiones mañana mismo, el planeta seguiría calentándose porque los que realmente pesan son los otros. El sacrificio europeo es moral, simbólico y económicamente suicida. Pero sirve, eso sí, para colgarse la medalla de alumno ejemplar de la agenda 2030.
El problema es que la historia rara vez premia a los que cumplen las reglas, sino a los que las escriben. Y en la partida climática, Europa se sacrifica, mientras EE. UU., Rusia y China copian, trampean y se reparten el botín.